Ciuco puso color a su propio universo, quizás en un gesto de rebelarse contra una España aún en blanco y negro, un poco más gris que la de ahora. Siguió su propio instinto, a pesar de los presagios apocalípticos "...empecé a hacer las fotos que me salían de los cojones, sin escuchar a nadie, y esas fueron las fotos que me colocaron en el mundo", nos contaba. Y es que si uno se escucha muy atentamente, a veces, encuentra cosas.
Me dio la impresión, que para tener ese espacio mental, Ciuco ha de conservar una habitación física, donde sea, pero pero cerca de él. Fantaseo que allí se encuentra con esa otra parte suya, y cuando cierra la puerta entra en esa atmósfera no contaminada que le permite ser, sin temor a que le domicilien la realidad. Fantaseo con esa habitación, con la habitación del trance, donde Ciuco es más feliz y más desgraciado que en ningún otro sitio, no hay creación sin horror. La creación sin conflicto se llama Instagram.
A Juanjo Vera.
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